Ah, no lo puedo evitar; me gustan las buenas muertes...
Si, algunos personajes a lo largo de mi experiencia visual y literaria han tenido muertes hermosas...
Uno de ellos es Boromir en La Comunidad del Anillo, tiene ese último acto para redimirse y así salva a Merry y a Pippin (bueno, lo intenta). Esa escena es maravillosa, no importa cuántas veces la vea, me hace llorar.
Otra es la de Franz en Gankutsou... te pone a llorar todo el capítulo. El muere x proteger a su amigo Albert, es muy trágica y terrible pero es una de mis favoritas
Otra por el estilo está al final de Gungrave... ah, morir x y con un amigo... creo q d nuevo voy a llorar
Pero esto lo empecé a escribir xq en Los Piratas del Caribe en el fin del mundo hay una escena maravillosa... es la destrucción del Endeavor y cómo Lord Beckett baja del cielo, donde él era dios hacia el infierno donde de nuevo vuelve a ser un simple mortal. Y, mientras desciende, vemos como vuelan astillas del barco, todo se deshace a su paso y él va intacto hasta que el fuego de ese infierno al que bajó, lo devora.
20070602
Carta
Elfo:
Esperando espero encontrarte en enero, entre electrizados estruendos, en el espacio etéreo… enigma eterno en el enorme encierro; escapar espero en escaleras, entrando en escabrosos entintados.
Enamorada en esencia; enamorarte espero, extraño ente entre enebros. Espinas en el encierro… en espaldas elefante, el escape encuentro.
Espiritual elfo, entrégame el elixir etéreo en espumas elementales. Erigiré esquivas esfinges en estériles estepas, entre efímeros encantos.
Escribiré en el entorno, escalaré electrones, enfrentaré espectros, enterraré enemigos, enaltecido el ego, el espejo endeble en el estribo…egoísta entierras el encendido esfuerzo, el efervescente estruendo, el espíritu engalanado elegantemente esgrimes, expiro…espero enternecerte…
Expiraré enamorada, entiérrenme entre encantamientos, enormes ébanos ennegrecidos en enredos estables…
Esperando espero enamorarte en enero…
Esperando espero encontrarte en enero, entre electrizados estruendos, en el espacio etéreo… enigma eterno en el enorme encierro; escapar espero en escaleras, entrando en escabrosos entintados.
Enamorada en esencia; enamorarte espero, extraño ente entre enebros. Espinas en el encierro… en espaldas elefante, el escape encuentro.
Espiritual elfo, entrégame el elixir etéreo en espumas elementales. Erigiré esquivas esfinges en estériles estepas, entre efímeros encantos.
Escribiré en el entorno, escalaré electrones, enfrentaré espectros, enterraré enemigos, enaltecido el ego, el espejo endeble en el estribo…egoísta entierras el encendido esfuerzo, el efervescente estruendo, el espíritu engalanado elegantemente esgrimes, expiro…espero enternecerte…
Expiraré enamorada, entiérrenme entre encantamientos, enormes ébanos ennegrecidos en enredos estables…
Esperando espero enamorarte en enero…
Esperanza
esto lo encontré mientras buscaba mi oda futbolera, q x cierto, no aparece
20070526
La Gran Final
Pues así como me ven, soy fanátika del fútbol. Mi equipo el Necaxa, desde los 90's. Un poco antes le fui al Santos y hoy es uno d mis consentidos; pero ninguno de los 2 llegó a la final...
Mi hermana dice que le voy al Necaxa por que me gustan los rayos, puede ser...

(es q son hermosos)
Pero ahora la final es entre el América y el Pachuca; obviamente mi favorito es el Pachuca, los campeones de la sudamericana y de la CONCACAF.
Ayer se jugó la primera parte de la final, Pachuca fue claramente superior al América, no importa que el árbitro les haya regalado un penal (COSA NADA RARA, ADEMÁS QUE EMPEZÓ A AMONESTAR A JUGADORES DEL PACHUCA); los tuzos van a ganar.
Luego subo algo que escribí cuando tenía como 14 o 15 años, algo de los 90's cuando mi pasión x el fútbol era aún mayor.

¡¡¡¡ARRIBA LOS TUZOS!!!!
20070519
Sobre Héroes y Tumbas
Y recordó algo que le había dicho Bruno: que siempre es terrible ver a un hombre que se cree absoluta y seguramente solo, pues hay en él algo trágico, quizás hasta de sagrado, y a la vez de horrendo y vergonzoso. Siempre – decía – llevamos una máscara, una máscara que nunca es la misma sino que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida: la del profesor, la del amante, la del intelectual, la del marido engañado, la del héroe, la del hermano cariñoso. Pero ¿qué máscara no ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca? Acaso el carácter sagrado de ese instante se deba a que el hombre está entonces frente a la Divinidad, o por lo menos ante su propia e implacable conciencia. Y tal vez nadie perdone el ser sorprendido es esa última y esencial desnudez de su rostro, la más terrible y las más esencial de las desnudeces, porque muestra el alma sin defensa. Y tanto más terrible y vergonzosa en un comediante como Quique, de modo que (pensaba Martín) era lógico que despertara más compasión que un inocente o un simple. Motivo por el cual, cuando por fin Martín se decidió a entrar, se retiró sigilosamente y volvió a avanzar golpeando sus tacos en el pasillo que llevaba hasta la boutique. Y entonces, con la rapidez de los comediantes, Quique adoptó ante Martín la máscara de la perversidad, del falso candor y de la curiosidad (¿qué podía tener aquel muchacho con Alejandra?). Y su sonrisa cínica barrió con el proyecto de piedad que se había insinuado en Martín.
Fragmento
Sobre Héroes y Tumbas
Ernesto Sabato
Quería compartir con ustedes este fragmento del libro que estoy leyendo, sobretodo xq me parece cierto.
20070509
VaGaR y DiVaGaR
Y ese día había ido a vagar, tenía ese mal hábito de recorrer las calles sin fijarse mucho a donde ir, sólo dejaba que sus pies le guiaran. Y ese día caminaba por un lugar que desde la infancia le atraía. Era un poderoso imán y nunca había ofrecido resistencia; le llamaba y simplemente respondía a esa invocación. Continuó su recorrido y mientras tanto pensaba. Pensaba en muchas cosas y en nada a la vez. Y así pensando y caminando llegó repentinamente a un lugar donde sabía que podría encontrar algo de compañía.
Caminaba sin buscarle, sólo esperando, sin esperar realmente, que por algún oscuro, o quizá no tanto, designio del destino, sus caminos se encontraran. Pero no sucedió, y no se entristeció porque en el fondo de su ser sabía que no pasaría y no sería justo culpar al destino, pues decidió no detenerse a buscarle o esperarle.
Y no lo lamentó, aunque si se lamentaba un poco, pero seguía caminando y pensando. Pensaba que no había nada mejor que esa sensación de poder que le daba el caminar en silencio, en comunión con esa soledad que era tan suya y que pocos podrían… sí, pocos podrían, pero ¿qué? ¿Sobrellevarla? ¿Comprenderla? Hacer algo con ella, esa era la respuesta.
Oh, si. Su soledad era inmensa, inconmensurable, pero le gustaba; era una sensación enorme de poder. Y pensando en ese poder para moverse a donde quisiera siguió su camino, siempre vagando y divagando.
Así llegó a su objetivo, al lugar a donde se dirigía en un principio, un oasis en medio de la urbe. Iba a un concierto, a una isla de árboles y concreto. Llegó al lugar donde todos los mundos eran posibles, donde todos los mundos cabían, donde todos parecían conocerse y donde todos le ignoraban.
Y justamente en ese mar de gente, donde estaba con su soledad a plenitud, no podía evitar sentir ese éxtasis que le daba ese retiro al escuchar la música y ver la luz de la luna.
Caminaba sin buscarle, sólo esperando, sin esperar realmente, que por algún oscuro, o quizá no tanto, designio del destino, sus caminos se encontraran. Pero no sucedió, y no se entristeció porque en el fondo de su ser sabía que no pasaría y no sería justo culpar al destino, pues decidió no detenerse a buscarle o esperarle.
Y no lo lamentó, aunque si se lamentaba un poco, pero seguía caminando y pensando. Pensaba que no había nada mejor que esa sensación de poder que le daba el caminar en silencio, en comunión con esa soledad que era tan suya y que pocos podrían… sí, pocos podrían, pero ¿qué? ¿Sobrellevarla? ¿Comprenderla? Hacer algo con ella, esa era la respuesta.
Oh, si. Su soledad era inmensa, inconmensurable, pero le gustaba; era una sensación enorme de poder. Y pensando en ese poder para moverse a donde quisiera siguió su camino, siempre vagando y divagando.
Así llegó a su objetivo, al lugar a donde se dirigía en un principio, un oasis en medio de la urbe. Iba a un concierto, a una isla de árboles y concreto. Llegó al lugar donde todos los mundos eran posibles, donde todos los mundos cabían, donde todos parecían conocerse y donde todos le ignoraban.
Y justamente en ese mar de gente, donde estaba con su soledad a plenitud, no podía evitar sentir ese éxtasis que le daba ese retiro al escuchar la música y ver la luz de la luna.
20070414
TrOcAr
Me encuentro sentada frente a mi computadora, escribiendo estas líneas y escuchando música con mis audífonos para no molestar a los que duermen. Es la 1 de la mañana y después de estar una semana sin internet, me pongo a escribir...
Y es que leo y a veces pienso que mi vida ha sido extraña. Yo no puedo decir que haya tenido un solo enemigo, al menos ninguno declarado, sí personas que no me son gratas y a las que mi persona no les es placentera.
No sé si las personas que me conocen me ven como yo quisiera que lo hicieran...
Es probable que necesite un cambio en esta mi vida, siempre tan pasiva... no tienen idea de como odio la presión... por eso creo que necesito cambiar algo, aunque todavía no descubro bien que.
Evolucionar, reinventar, eso es lo que hay que hacer. Pero no hay nada que temer, en el fondo seguiré siendo la misma, por que podemos cambiar el accidente que somos, pero no la esencia que nos da froma, esa sólo la transmutamos en algo mejor.
Transmutar...
Eso es lo que debo hacer
Y es que leo y a veces pienso que mi vida ha sido extraña. Yo no puedo decir que haya tenido un solo enemigo, al menos ninguno declarado, sí personas que no me son gratas y a las que mi persona no les es placentera.
No sé si las personas que me conocen me ven como yo quisiera que lo hicieran...
Es probable que necesite un cambio en esta mi vida, siempre tan pasiva... no tienen idea de como odio la presión... por eso creo que necesito cambiar algo, aunque todavía no descubro bien que.
Evolucionar, reinventar, eso es lo que hay que hacer. Pero no hay nada que temer, en el fondo seguiré siendo la misma, por que podemos cambiar el accidente que somos, pero no la esencia que nos da froma, esa sólo la transmutamos en algo mejor.
Transmutar...
Eso es lo que debo hacer
No quiero quedarme estancada, no puedo. Necesito algo de movilidad.
Concupiscencias oníricas
Acaece aquí la jácara de una quimera, una de esas fantasías en las que los pruritos más recónditos de la razón y el espíritu son perpetrados.
Todo se origina un crepúsculo cuando una doncella se va a reposar. Cierra sus sentidos y se rinde a la celestial diligencia de soñar…
En un altozano olvidado en lo más insondable de una floresta hay una nimia choza; en esa garita mora la manceba que anhela. Sus vestiduras son sutiles empero del cierzo, que con acerbo azote blande el follaje, y de la implacable borrasca, que engruesa los esteros. Ella ingresa en la choza trepidando de frío y se arrebata las ropas caladas.
Mientras ella se descubre, un varón se aproxima. Le corresponde hallarse errante y vagabundo, pues no podría concurrir de otra guisa que él se aparezca próximo a la garita. El varón arriba a la choza y coteja que alguno habite en ella; es así que la otea poco más o menos al natural y advierte su contextura vibrar. Se acerca al postigo y lo franquea con disimulo. Atranca sin efectuar bulla y se despoja de sus atavíos mojados, cual si se hallara en su hogar. Ella no ha advertido nada, persiste serena, ceñido su cuerpo con un lienzo.
Él la aborda, es a la sazón que ella capta su garbo y vira. No obstante no le conocía, su faz se le figuraba íntima. Ella se propone escabullirse, pero él la ase por el talle; en aquel momento ella sucumbe al roce de esas zarpas que le expropian el paño pues le es lisonjero. Al cabo de un rato comparecieron las ternezas y las cobas, sus cuerpos palpitaban por el paroxismo y febriles ambos se alzaban arrebatados; él absoluto, garboso y enhiesto irrumpiendo palmo a palmo en ella; ella íntegra, pronta a albergarlo en su cala, y en el quid prócer, atesorando el éxtasis…
La moza despierta. Yace encrespada, jadeante, agotada y sin mengua abandonada a la voluptuosidad de su anhelo; experimentando, con su tacto, la humedad de su bragadura y un acre y atroz vacío en su esencia.
Todo se origina un crepúsculo cuando una doncella se va a reposar. Cierra sus sentidos y se rinde a la celestial diligencia de soñar…
En un altozano olvidado en lo más insondable de una floresta hay una nimia choza; en esa garita mora la manceba que anhela. Sus vestiduras son sutiles empero del cierzo, que con acerbo azote blande el follaje, y de la implacable borrasca, que engruesa los esteros. Ella ingresa en la choza trepidando de frío y se arrebata las ropas caladas.
Mientras ella se descubre, un varón se aproxima. Le corresponde hallarse errante y vagabundo, pues no podría concurrir de otra guisa que él se aparezca próximo a la garita. El varón arriba a la choza y coteja que alguno habite en ella; es así que la otea poco más o menos al natural y advierte su contextura vibrar. Se acerca al postigo y lo franquea con disimulo. Atranca sin efectuar bulla y se despoja de sus atavíos mojados, cual si se hallara en su hogar. Ella no ha advertido nada, persiste serena, ceñido su cuerpo con un lienzo.
Él la aborda, es a la sazón que ella capta su garbo y vira. No obstante no le conocía, su faz se le figuraba íntima. Ella se propone escabullirse, pero él la ase por el talle; en aquel momento ella sucumbe al roce de esas zarpas que le expropian el paño pues le es lisonjero. Al cabo de un rato comparecieron las ternezas y las cobas, sus cuerpos palpitaban por el paroxismo y febriles ambos se alzaban arrebatados; él absoluto, garboso y enhiesto irrumpiendo palmo a palmo en ella; ella íntegra, pronta a albergarlo en su cala, y en el quid prócer, atesorando el éxtasis…
La moza despierta. Yace encrespada, jadeante, agotada y sin mengua abandonada a la voluptuosidad de su anhelo; experimentando, con su tacto, la humedad de su bragadura y un acre y atroz vacío en su esencia.
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