20070728

Dices que te vas

Dices que te vas porque no soportas mi miedo a aceptar que te quiero, que serás feliz si yo lo soy y otras cosas así.

¿Sabes los que pienso? Que tú también tienes miedo y, como de costumbre, vas a salir huyendo. Huir siempre ha sido tu estrategia cuando no puedes afrontar las cosas.

Tú también tienes miedo, siempre lo has tenido. Tienes medo de amarme con todos mis defectos, mis virtudes y mis fantasmas; sobretodo esos que tú creaste.

¿Crees que vas a ser feliz sin mí? Jamás lo serás mientras huyas; mi recuerdo y mi fantasma te perseguirán donde vayas y estarán contigo hasta que los enfrentes. Y volverás, siempre volverás.

Si quieres alejarte de mi, debemos enfrentar esos fantasmas, de otra manera siempre estaremos unidos por ellos. No trates de huir, porque así jamás podrás dejar de amarme y nunca podrás olvidarme.

Lo mejor que podemos hacer es hablar y después, si así tiene que ser, no vernos nunca más.


(Respuesta a un correo q llegó a manos de una comunidad hace muchos años, correo en el que se hablaba de la comunidad como de un amante; por eso respondí de igual manera)

20070711

La Canción del Pirata

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo el mar conocido,
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela;
en la lona gime el viento,
y alza, en blando movimiento,
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y, allá a su frente, Estambul.

Navega, velero mío,
Sin temor;
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho,
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra:
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

A la voz de: “¡Barco viene!”,
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de una entena,
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones;
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

José de Espronceda

CuEsTiOnEs GaTuNaS

Y existió en alguna ocasión, en un sitio ni extraordinariamente remoto ni tremendamente próximo, un perro errante que exploraba fausto los senderos. Ocasionalmente coincidía con una romería de sabandijas bohemias que se demoraban en los caseríos. Le embelesaba toparse con ellos por que le distraían, pero de ningún modo lograba recorrer con ellos; ellos se quedaban por excesivos lapsos en un mismo paraje y únicamente eran campechanos cuando cesaba de verlos por unos lapsos.

Y precisamente peregrinando, halló a dos felinos por la vereda, no en idéntico terreno, ni en homogéneo momento, pero, sin duda por el mismo sendero. Y a la sazón un perro y dos felinos transitaban inseparables: bromeando, lamentando, parrandeando, y alentándose.

El perro era ciertamente venturoso; sin embargo, una jornada los dos felinos establecieron una disertación acerca de premisas que él no intuía y se consideró desventurado por eso. Procuró persuadirse de que eran cuestiones gatunas y él, un perro no discerniría y que, por esa razón, no le habían manifestado nada… pero eso no abolió esa apocalíptica congoja que padecía. Nuevamente se sospechaba desarraigado, retornaba esa impresión de ser un segregado… cuestiones gatunas, cuestiones gatunas, se calcaba… creía que no se fiaban de él… cuestiones gatunas… precisaba comprender, pero procuraba no inquirir… cuestiones gatunas… sabía que no debía, pero no podía dejar de sentir que no confiaban en él, que eso que no le decían, no se lo decían por que podría enojarse, o no comprenderlo, al final de cuentas, eran cuestiones gatunas…

Cuestiones gatunas… cuestiones gatunas… nada de que alarmarse… cuestiones gatunas… pero la curiosidad le carcomía… cuestiones gatunas… ¿Será que no confían en mi?... cuestiones gatunas… cuestiones gatunas… no me gusta sentirme excluido… cuestiones gatunas… cuestiones gatunas… quiero saber que pasa… cuestiones gatunas… no puedo preguntar… cuestiones gatunas… no los puedo presionar…

Son simplemente cuestiones gatunas y yo sólo soy un simple perro errabundo que no entiende de gatos… ese es el triste pensamiento del perro mientras sigue caminando al lado de los dos gatos que encontró en el camino…