La luna era el ojo de la muerte y un dragón reviraba a babor… sonrió ante la alegoría cósmica y raudo se halló cavilando en ella, ansiando que ella pensara en él al distinguir la misma luna que él avistaba en ese momento.
Se extravió a la sazón en sus reflexiones y se fue a reposar ambicionando ser aquél en quien ella pensara al despertar, aquel al que calladamente imaginaba… y en aquel momento, antes de sucumbir a la abismal narcosis, sonreía ante la desatinada imagen… era inverosímil que eso acaeciera… era incierto que uno y otro enmascararan esa avidez, que la salvaguardaran clandestina en lo más oscuro de su ánimo.
Al fin durmió creyendo en esa desazonada, ilógica, melancólica, afable y majadera ilusión… sí, ella despertaría pensando en él… ese era su sacramento…
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