Y he aquí la hambrienta y triste historia de un vagabundo y trovador cachorro que se ha lanzado, con su cámara al hombro a retratar un evento de ciclópea índole. Resulta que a este pobre perro se le ha ocurrido llevar un gato y para su infortunio, no llegaron a tiempo a la plancha del zócalo a ver como paseaban el blasón…
Pero dicen que si una puerta se cierra, una ventana queda abierta…
Perro y gato vagaron juntos alrededor de libros, compendios, manuales y epítomes, sorprendiéndose de encontrar a su paso seres y más seres de una raza por demás insólita y lóbrega…
Sucedió de pronto que unos tambores tronaron y luego unas gaitas y así, sin más el zócalo fue cambiando y sus estructuras coloniales desparecieron y las carpas en otro tiempo llenas de libros, se volvieron carpas repletas de gente y hubo una procesión donde los músicos transformaban todo a su paso… el escenario se volvió una enorme fogata y las ropas de los presentes cambiaron… todo era baile y cerveza, como en una taberna… era como ese perro trovador imaginaba la vida de un juglar…
La música terminó… siguieron los cantos de una sirena gótica que pedía al perro le abriera las puertas de su mente, pero no lo hizo, huyó de ese hermoso canto que lo seduciría e irremediablemente acabaría envolviéndolo en sus místicos encantos y cuando se diera cuenta estaría sumergido en sinuosas aguas pronto a ser devorado por seres informes…
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