Y, tras cruenta batalla contra el hombre aquel de lustrosa armadura, consiguió la victoria; fue así que el dragón, en agradecimiento, tocó su brazo derecho con su garra. Al instante apareció en su brazo, como una herida que pronto cicatrizó, la figura de un dragón. Ahora ese errabundo perro trovador lleva consigo la marca del dragón.
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