20120531

Se Me Antoja

Se me antoja un país libre y solidario, multicultural pero unificado.
Se me antoja un pueblo culto e informado.
Se me antoja el intercambio de ideas, de conceptos... de palabras.
Se me antoja la equidad y el libre albedrío.
Se me antoja sentir la fuerza de tu espíritu a través de tu mano mientras vamos marchando.
Se me antoja estremecerme con el eco de 1000 voces provenientes del mismo suelo.
Se me antoja ver salir la luna de tus labios serenos.
Se me antoja encender el fuego y pasar un noche junto a la hoguera.
Se me antoja el sudor y la sal, la brisa y la saliva en tu boca.
Se me antoja derretirme en tus manos y lentamente quitarte la ropa.
Se me antoja ver nacer un millón de ideas en el momento en que dos seres se fusionan.
Se me antoja ver galaxias implotando y explotando al ritmo de mis caderas.
Se me antoja el infinito creado por la profundidad de tu voz y la llama encendida en tus ojos.
Se me antoja morder, gritar, arañar y desgarrarte la piel.

20120526

La paranoia de mi padre

Intento recordar las historias que nos contaba mi padre acerca del 68, sin embargo no logró revivirlas por completo. Claro está, que eso me sería imposible pues carezco de un importantísimo factor: la memoria de la piel, del corazón, de las piernas, de los brazos... toda la memoria de lo emotivo y de las sensaciones que produce el estar corriendo porque te persiguen los policías y de pronto escuchar que alguien grita: ¡hay piedras en los basureros! Y, vagamente, lo recuerdo sentado en su silla, con un cigarro en la mano, diciendo: "...en ese momento no piensas; corrimos a los basureros y los volteamos... estaban llenos de piedras y nos defendimos..." hace una pausa mientras fuma y agrega "... luego, uno se pregunta ¿de dónde salieron las chingadas piedras?" Siempre me pregunté cuándo había sido ese luego...

 Y si a alguien le debemos la vida mis hermanos y yo, es a mi abuelo que no lo dejó ir a Tlatelolco aquel 2 de octubre... no sabemos bien a bien cuáles fueron sus motivos, mi padre creía q uno de los amigos de mi abuelo que trabajaba en el ejército le dijo que no dejara ir a sus hijos allá... la verdad se la llevó mi abuelo a la tumba... lo importante es que mi padre vivió lo suficiente para ver a sus 3 hijos crecer y festejar el primer cumpleaños de su primer nieto (justo como se lo prometió a mi hermana). Durante ese tiempo, siempre me pareció exagerada su paranoia, su miedo excesivo a que algo pasara en uno de esos conciertos a los que me obstinaba a ir sola... ahora, lo comprendo perfectamente...

El año pasado en la marcha zombie iba yo adelante. Frente a nosotros iban los del "Escuadrón Anti zombie" un puñado de críos (algo así como unos 100 o 200, como los que en la Ibero le gritaban a Peña Nieto) que llevaban rifles, bats, y cosas por el estilo. De pronto ver a esos tipos armados frente a mi me produjo un estremecimiento, algo que venía de alguna parte de mi cerebro me alertó de potencial peligro... ¿Y si se les olvida que sólo somos niños jugando a ser zombies? 10000 zombies a mi espalda contra 200 antizombies enfrente... los números no son garantía... ¿y si los rifles eran de verdad? ¿y si llevaban munición? Nosotros, los zombies, sólo teníamos número, nada más... Ese incidente me dejó pensando, mi madre me dijo: "Ahora entiendes, ¿verdad? Y sí... en ese momento entendí: mi padre estaba marcado por lo que vivió, tenía esa sensación de peligro grabada en la piel, en el cerebro, en las manos, en los ojos... 

Hoy en día, a los eventos de estas últimas semanas he acudido, acompañada claro está. Y de estas experiencias tengo un par de cosas claras: hay cosas que cuando les cuente a mis hijos y ellos traten de contarlas, no podrán repetir con exactitud; y... que quizás no recuerde las historias de mi padre, pero algo quedó muy clavado en mi cerebro y es esa sensación de peligro que te eriza los vellos de la nuca y te hace estar alerta. El 23 de mayo, en la "suavicrema," Gerardo y yo bajamos a la explanada en desnivel buscando un poco de sombra para esta delicada piel mía... ni bien hubimos llegado abajo cuando sentí una opresión fatal, circulaba poco oxígeno y sentí una descarga eléctrica a la altura de mi cuello... "Es muy peligroso aquí" no recuerdo si lo dijo él o lo pensamos los dos como tantas veces nos ocurre, tampoco recuerdo si fueron las palabras exactas (y así aspiro a recordar lo q me contaba mi padre) pero volvimos a subir. No había a donde huir estando ahí. Quizás ir con otro paranoico aumentó mi paranoia y viceversa, lo único que sé es que los dos teníamos esa sensación clavada en algún lado, enterrando sus garras en nosotros, no para amedrentarnos, sino para asegurarnos la supervivencia. Paranoicos como somos, el día 19 de mayo, dimos vueltas a la plancha del zócalo en busca, inconsciente tal vez, de sujetos sospechosos... y los encontramos. Pero la historia respalda nuestra paranoia (la de mi padre, la de Gerardo y la mía) el 68, el halconazo en el 71, la huelga del CGH en el 99...

Yo me pregunto si todos esos chicos sienten ese mismo animal enterrándoles las uñas en algún punto de la nuca o si sólo existe en nosotros y en la paranoia que algún día tuvo mi padre...